La Audiencia Nacional de España ha comenzado a juzgar a Yassine Kanjaa, el individuo que en enero de 2023 llevó a cabo un ataque terrorista en Algeciras, resultando en la muerte del sacristán Diego Valencia y en varios heridos. La Fiscalía solicita la condena a 50 años de prisión por asesinato terrorista, argumentando que el ataque fue diseñado con la intención de infundir miedo en la comunidad cristiana.

El Ministerio Público ha desglosado su solicitud de pena en tres partes: 25 años por un asesinato terrorista, 15 años por un intento de asesinato en el mismo contexto, y 10 años por lesiones consideradas terroristas. Este ataque se produjo el 25 de enero durante un ritual religioso en la iglesia de San Isidro, donde Kanjaa presuntamente mostró una conducta violenta e incoherente, insultando a los presentes y destruyendo objetos religiosos.

Según la acusación, aproximadamente a las 18.30 horas, Kanjaa entró a la iglesia y comenzó a hostigar a un asistente mientras atacaba una Biblia. Luego, salió de la iglesia gritando amenazas sobre el fin del mundo y se dirigió a su hogar, donde tomó un machete de considerables dimensiones que guardaba bajo su cama. A las 19.00 horas, atacó a un transeúnte con el machete, causándole lesiones antes de huir nuevamente.

Minutos más tarde, Kanjaa regresó a la iglesia de San Isidro durante la misa, agrediendo al sacerdote con el machete mientras intentaba escapar. El fiscal ha indicado que Kanjaa golpeó al sacerdote en la nuca, antes de dirigirse al cercano templo de Nuestra Señora de la Palma, donde atacó y mató al sacristán Valencia, propinándole múltiples cuchilladas que resultaron fatales.

La Fiscalía detalla que Kanjaa continuó su camino, golpeando puertas y mostrando su arma en la vía pública, hasta que finalmente fue detenido por la Policía Local de Algeciras, que había sido alertada por testigos del ataque. Esto refleja no solo una acción aislada, sino un comportamiento metódico y dirigido a sembrar el pánico entre los creyentes cristianos.

Las autoridades han subrayado que Kanjaa había sufrido un proceso de radicalización previo a estos incidentes, alineándose con ideologías extremistas que promueven la violencia en nombre del islam. Este caso ha puesto de relieve el peligro que representan los extremismos religiosos, que pueden llevar a acciones brutales contra quienes no comparten las mismas creencias.

Aunque se ha mencionado que el acusado presentaba un cuadro psicótico, los fiscales han señalado que esto no anula completamente su capacidad para actuar de manera consciente. La evaluación de su estado mental y su responsabilidad criminal se determinarán durante el juicio, donde se analizarán los extremos de su alteración psíquica.